Misa clausura del 40 aniversario

Por fin llegó la clausura. El momento de ponerle el punto y final a este largo 40 aniversario lleno de actividades, encuentros y reencuentros, torneos, salidas y, sobre todo, momentos cerca de Cristo.

Siendo Fordis, ¿cómo podía cerrarse mejor esta gran fiesta que con una eucaristía? Y no una cualquiera no, clausuramos nuestro aniversario con la misa de la Inmaculada, con una visita a nuestro Señor yendo de la mano de su Madre. Así hacemos las cosas importantes en Fordis, por todo lo alto.

 Monseñor Juan José Omella, nuestro arzobispo, amablemente nos quiso acompañar en este día tan especial.

 

 

De principio a fin fue una gracia de Dios esa celebración del día 8 de diciembre. Ver la parroquia de Santa María de Cornellà llenarse de gente poco a poco, e ir descubriendo los rostros de siempre, los de las misas de comunidad, y luego ir descubriendo cuánta gente quiso acompañarnos en este acontecimiento… esas sonrisas, esas miradas de reencuentro. Fue como si una familia se reuniera con todos sus parientes, los cercanos y los lejanos, todos convocados por un mismo Amor. Cuando Dios une, nada puede separar.  

 La iglesia casi la llenamos entera… !los esfuerzos que tuvimos que hacer para entrar luego todos en el local de Fordis! ,donde seguimos festejando y mostrando nuestra gratitud de forma especial a personas concretas, como por ejemplo a nuestros mayores, a los veteranos, a los que con su ejemplo de vida, su constancia, su sencillez... nos enseñan que es posible seguir fiel a Cristo y tener una vida coherente con la fe, por muchos años que pasen y aunque la vida dé mil vueltas. 

Ese “esfuerzo” en caber en Fordis, que a priori podía resultar una incomodidad, para mí fue una sorpresa y una alegría. ¡Cuánta gente quiere a Fordis! Y cuántos otros no pudieron acompañarnos físicamente ese jueves por la tarde,  pero si lo hicieron desde la distancia y la oración.

En altar, durante la misa, junto a Mons. Omella, unos cuantos sacerdotes quisieron -y pudieron- celebrar y acompañarnos con gozo en este momento especial para la familia de Fordis, porque como dijo el arzobispo, “el Señor ha estado grande con nosotros, y por eso, le damos gracias”.

Su homilía fue de una sencillez y una delicadeza que me atraparon desde el primer momento… Tomé notas de todo lo que dijo con el móvil, lo confieso (porque sabía que tendría que escribir este artículo). No había desperdicio. Pero en resumen, como consejos de vida personal y también comunitaria, nos invitó a que nos fijásemos en las actitudes de María, nuestra Madre Inmaculada, la mujer sencilla que tenía la mirada atenta y misericordiosa a todo lo que sucedía a su alrededor (como en las Bodas de Canaán), y cuando lo veía: actuaba, he aquí la clave. Aún sabiendo que en ocasiones, la mejor forma de actuar es emplazar a Cristo, a que sea Él el que actúe, pedírselo con confianza.

Otra actitud que nos destacaba Monseñor, es la de vivir como una persona descentrada: María era una mujer descentrada”.

¡Qué disparate!, pensé cuando lo dijo. Pero luego lo explicó y qué razón tiene. Hemos de dejar de ponernos en el centro de las cosas, en el centro de nuestra propia vida, para permitir que el Señor sea el centro de todo. Que Cristo sea el corazón de mi universo.

Descentremos Fordis, removámoslo entero si hace falta, pero que nunca, nunca, deje de estar Dios en medio de nuestra existencia como comunidad, que sea Cristo el centro de nuestra gran familia, porque solo así podremos vivir con salud y alegría otros 40 años y todos los que vendrán.

 

María Díaz Querol

 

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