La mejor manera de definir a Javier Velasco es haciendo honor al calificativo que él mismo usaba en tantas ocasiones: un entusiasta de la Palabra de Dios.Siempre pensé que lo hacía porque quería destacar de su persona la pasión y las ganas que ponía en todas aquellas cosas relacionadas con la Sagrada Escritura , y ciertamente era así, pero al parecer, algo más se escondía tras ese adjetivo y no ha sido hasta después de su adiós que he podido descubrirlo.
Una persona entusiasta es aquella que siente entusiasmo por algo o alguien, y Javier lo era. Para él, ese algo y ese alguien se concretaban desde hacía ya muchos años, en dos realidades que ocupaban un lugar fundamental en su vida: la Biblia y Jesús de Nazaret.
Quienes tuvimos la suerte de conocerle sabemos muy bien la alegría y el júbilo que en él causaban, y que compartía con las personas que estábamos a su alrededor. El diccionario define entusiasmo como el "sentimiento intenso de exaltación del ánimo producido por la admiración apasionada , que se manifiesta en la manera de hablar o de actuar".
. Para Javier ser entusiasta era mucho más que el sentimiento o la emoción que le causaban sus dos grandes pasiones. Éstas se manifestaban plenamente y constantemente en todos los ambientes de su vida, empezando por su familia. Aún recuerdo cuando nos retirábamos junto con mis dos primos, mi prima y mis hermanos, a rezar las oraciones de la noche a una habitación tranquila del apartamento donde tantos años hemos veraneado juntos, y cómo ya por aquel entonces me quedaba impresionado por la manera que tenía de leernos un fragmento de la Biblia cada noche, y la gran cantidad de conversaciones entorno a la Palabra de Dios que hemos compartido, en las que me transmitía, además de sus conocimientos, su testimonio de vida. Una vida que ha reflejado y ha demostrado en cada instante, en cada palabra, en cada acción, que el mensaje de Dios exige un compromiso y que es posible vivir con coherencia y con entusiasmo el mensaje cristiano.
Javier no estaba solo, su familia, sus amistades, los numerosos grupos y asociaciones bíblicas a las que pertenecía y en las que trabajaba a diario le hemos acompañado y hemos podido compartir y gozar con él y de él. Y, sobretodo, la presencia de Dios en su vida, tal y como matiza una de las acepciones del término entusiasmo, que describe al adjetivo como la exaltación del ánimo bajo la inspiración divina.
Así ha transcurrido toda su vida, bajo el soplo del espíritu e inspirado por el Padre como los antiguos profetas, si me permitís la comparación. Con un claro objetivo de transmitir, incansablemente, el Evangelio de Jesucristo. Así fué y así recordaré siempre a mi tío, Javier Velasco, mi San Pablo del siglo XXI. Gracias Padre por ponerlo en mi vida, gracias tito por haberte dado tanto a los demás y haberme dado tanto.
Hasta pronto.
SV