Mi San Pablo del siglo XXI

La mejor manera de definir a Javier Velasco es haciendo honor al calificativo que él mismo usaba en tantas ocasiones: un entusiasta de la Palabra de Dios.Siempre pensé que lo hacía porque quería destacar de su persona la pasión y las ganas que ponía en todas aquellas cosas relacionadas con la Sagrada Escritura , y ciertamente era así, pero al parecer, algo más se escondía tras ese adjetivo y no ha sido hasta después de su adiós que he podido descubrirlo.

 

Una persona entusiasta es aquella que siente entusiasmo por algo o alguien, y Javier lo era. Para él, ese algo y ese alguien se concretaban desde hacía ya muchos años, en dos realidades que ocupaban un lugar fundamental en su vida: la Biblia y Jesús de Nazaret.

Quienes tuvimos la suerte de conocerle sabemos muy bien la alegría y el júbilo que en él causaban, y que compartía con las personas que estábamos a su alrededor. El diccionario define entusiasmo como el "​sentimiento intenso de exaltación​ ​del ánimo producido por la admiración apasionada​ , ​que se manifiesta en la manera de hablar o de actuar".
​ . Para Javier ser entusiasta era mucho más que el sentimiento o la emoción que le causaban sus dos grandes pasiones. Éstas se manifestaban plenamente y constantemente en todos los ambientes de su vida, empezando por su familia. Aún recuerdo cuando nos retirábamos junto con mis dos primos, mi prima y mis hermanos, a rezar las oraciones de la noche a una habitación tranquila del apartamento donde tantos años hemos veraneado juntos, y cómo ya por aquel entonces me quedaba impresionado por la manera que tenía de leernos un fragmento de la Biblia cada noche, y la gran cantidad de conversaciones entorno a la Palabra de Dios que hemos compartido, en las que me transmitía, además de sus conocimientos, su testimonio de vida. Una vida que ha reflejado y ha demostrado en cada instante, en cada palabra, en cada acción, que el mensaje de Dios exige un compromiso y que es posible vivir con coherencia y con entusiasmo el mensaje cristiano.

Javier no estaba solo, su familia, sus amistades, los numerosos grupos y asociaciones bíblicas a las que pertenecía y en las que trabajaba a diario le hemos acompañado y hemos podido compartir y gozar con él y de él. Y, sobretodo, la presencia de Dios en su vida, tal y como matiza una de las acepciones del término entusiasmo, que describe al adjetivo como la ​exaltación del ánimo bajo la inspiración divina.
​ Así ha transcurrido toda su vida, bajo el soplo del espíritu e inspirado por el Padre como los antiguos profetas, si me permitís la comparación. Con un claro objetivo de transmitir, incansablemente, el Evangelio de Jesucristo. Así fué y así recordaré siempre a mi tío, Javier Velasco, mi San Pablo del siglo XXI. Gracias Padre por ponerlo en mi vida, gracias tito por haberte dado tanto a los demás y haberme dado tanto.

Hasta pronto.

SV

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